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Sin urgencia

 

Sin urgencia

llegamos juntos al lugar del beso.

Ni antes ni después,

la cita fue en la piel

y en el abrazo nos confundimos

no sabiendo que piel era la tuya

y cual la mía.

Entonces, el juego de la alquimia.

Tu temperatura, mi peso,

tus pies, mi boca.

El latido en cualquier parte

en las sienes, en el pecho,

en nuestras rodillas

y en la mirada que vaticinó

la sumersión de tus formas

en las mias.

Y el tiempo necesario pasó

logrando apresar el segundo justo

que dura el segundo,

en donde la noche, sin urgencia

fundió al hombre-mujer

que reconocemos,

en un nosotros

intenso, fertil, lúdico y sensual.

Sin urgencia

el silencio de nuestros sueños

liberaron los cuerpos sin ropas.

Hicimos el amor sin jurarnos amor,

nuestros cuerpos se desprendieron

sin promesas de encastres nuevos

y nos dijimos adios

sin comprometer encuentros.

Aunque tengo la sensación

(porque te tuve entre mis brazos

y me ofrecí a tu nudo)

que es probable que otro día

o tal vez otra noche,

sin urgencia,

viajemos juntos en el mismo pasaje

de un tren cuyo destino

sea pertenecernos.

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